viernes, 25 de noviembre de 2011

viernes, 18 de noviembre de 2011

Anque sía seronda














Cuántes promeses traxeras
con aquella primavera
y marcharon col verano.
Llevóme la vida entera
regresar a la to vera
y a los fayeos de mayo

jueves, 17 de noviembre de 2011

Lo que le cuesta a Serafín











Los caracoles son los únicos bichillos que he salvado, a decenas. Incluso ahora, con 30 años, poniéndolos en el arbusto más cercano y tardando en llegar a casa porque la idea de dejar alguno a merced de un pisotón me pone mala...

Me encantaban de niña y me encantan ahora. Se toman la vida como tiene que ser, con tranquilidad. Pasan por ella de forma silenciosa, sin hacer ruido ni molestar. Por eso quería dedicarle esta entrada a Serafín, que no es un caracol muy bonito, pero me gusta. Porque lo he hecho con la misma ilusión con la que los observaba de peque.

Y porque pensando en el tiempo, en su paso y en todo lo que dejamos atrás al querer vivir la vida con tanta intensidad, perdemos al mismo tiempo gran parte de la sana costumbre de disfrutar de todas las pequeñas cosas que ya no vemos pero que siguen ahí acompañándonos.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Cuenta cada
minuto
lentos segundos
de silabas infinitas
mudas
de angustia latente
buscando a tientas
una redención
lejos de este espacio
tal vez
atemporal

Matar a un ruiseñor

-Mira… un petirrojo… ¿no?

-Ay sí…

-¿Recuerdas la primera vez que me hablaste de lo mucho que te gustaban los pájaros?

-No…

Ella sonrió y siguió observando al petirrojo, posándose de una rama a otra, ajeno a la conversación que acababa de generar.

-Una vez -empezó ella - recuerdo que estaba en la cama, acabábamos de separarnos otra vez y no sé si era de día o de noche. De repente me di cuenta de que no era capaz de recordar la última película que habíamos visto juntos. Tenía muchas imágenes en la mente, de estar echados en mi cama cogidos de la mano, de lo relajada que me sentía, y de haber pensado lo entrañable que me resultaba la imagen de nosotros dos, así. De haberme quedado dormida y darme cuenta por la mañana de que me habías quitado las gafas… Espera no fue con esa peli… ¿ves? Lo mezclo todo… Bueno, la cuestión es que me pasé horas intentando recordar que la película había sido Matar a un ruiseñor - se rió brevemente.

-Hasta el título es apropiado… No paré de recrear todos los momentos que recordaba hasta que dí con el título. En cambio, me acordaba perfectamente de la terraza, del olor a sidra, del verano en el que nos conocimos y yo diciéndote lo mucho que me gustaban esos pajarillos pequeños que están por todas partes y que avanzan, así, como saltando. -Los gorriones- dijiste tú, creo que entre incrédulo de que no lo supiera y divertido… Hasta el que no sabe nada de pájaros sabe lo que es un gorrión- añadiste. Bueno… dije yo, ahora que has dicho gorrión, sí, te puedo decir que lo conozco.

-Es verdad, dijo él suspirando y sonriendo al mismo tiempo. Bueno ahora ya es distinto, ¿no? Si paseas por la ría hasta sabrías lo que es un cormorán- añadió riendo.

-Si, jajaja, ahora todo es distinto.

En el cassette

martes, 15 de noviembre de 2011

Taller de corazones. Artesanía para el mal de amores

Cuando llega la noche y el silencio de los soñadores inunda la ciudad, del taller de corazones surgen misteriosos sonidos, porque... Matías tiene un secreto.

Taller de corazones recrea una artesanía maravillosa en la que no se arreglan zapatos, ni paraguas, ni se restauran muebles o se zurcen descosidos pantalones. Matías, el protagonista, repara —con el mismo mimo y cuidado que pone todo artesano— corazones dañados.

Su trabajo nada tiene que ver con el de un cardiólogo ni su taller con un quirófano. Con una estufa de leña calienta corazones helados; con agujas de plata cose corazones rotos; y con unas pinzas de olvido ajusta la hora de corazones que atrasan para que no se entristezcan con los recuerdos del pasado.
Las noches empiezan a ser más noches.
Y donde tendría que haber un cuaderno con dibujos o con frases y frases de pensamientos tan parecidos al otoño, hay hojas esparcidas de apuntes y todas las ganas que se han ido con la copa de vino vacía.
De todas formas, vendrán otras noches y otras páginas en blanco. Y el otoño ya no es la melancolía que reivindiqué durante tantos años.
Y la luz de tulipán, es la primavera.

lunes, 14 de noviembre de 2011